En el anterior post explicamos los pasos a seguir ante las rabietas. Existen algunos errores frecuentes a la hora de ponerlo en práctica. A continuación os ponemos varios ejemplos y cómo solucionarlos:
“A la hora de retirarme y darle un tiempo, no he soportado oírle llorar y le he dejado hacer lo que quería”
Insistimos en que antes de empezar: evalúes tu capacidad para soportar el llanto del niño, analices los pasos que te describimos y estés de acuerdo con lo que te proponemos. Ten en cuenta que llorará y hará cosas que no había hecho hasta ahora.
Es muy importante que sigas todos los pasos de la técnica que os presentamos en el anterior post, porque los niños aprenden rápidamente que la próxima vez bastará con gritar o llorar un poco más fuerte.
Al explicarle de forma clara y con un tono de voz bajo y relajado lo que queremos que haga, le estas dando herramientas para que deje el llanto y actué de forma adecuada: “cuando estés más tranquilo te haré caso”.
“Mi hijo puede tirarse llorando tanto tiempo que al final ya no sabe ni porque empezó”
Hay tantas rabietas como niños y algunos son muy resistentes, capaces de alargar mucho la situación, hay que ayudarles a secuenciar el objetivo.
Estar muy atentos, y en cuanto baje la intensidad del comportamiento ya sea gritar, llorar o tirar cosas hay que felicitarle por ello inmediatamente y hacerle saber cuál es la mejor manera de llamar nuestra atención:
“Me encanta que hayas dejado de golpear juguetes”, aunque siga pegando gritos.
“¡Qué bien estas más tranquilo!” si deja de berrear aunque siga dando con el pie en el suelo.
Las rabietas forman parte del desarrollo del niño, eso no quiere decir que no tengamos que intervenir. Cuando un niño aprende que NO es NO: entrena la tolerancia a la frustración, desarrolla autocontrol y ajusta su comportamiento a los límites que le dicen “hasta aquí puedes, más allá no”.
